El diálogo en la pareja

“La comunicación entre las dos almas es como un hálito del amor de la pareja. Cuando el mutismo se instala en un hogar, no viene nunca solo: trae consigo la desarmonía, la falta de entendimiento, la incomprensión, el rencor, y, para resumirlo todo en una palabra, la infelicidad”.

Artículo de Paul Eugène Charboneau

Introducción

Aunque parezca una obviedad, creemos que la necesidad de reflexionar sobre la comunicación entre los cónyuges es muy grande, dada no sólo la importancia que ésta tiene para el normal funcionamiento de la relación y el crecimiento en el amor, sino también por la diversidad de aspectos que la tornan difícil.

En este material pretendemos contribuir con algunas ideas que pueden ayudar a repensar esta tarea cotidiana, pero crucial de la vida matrimonial y que se refleja en la vida de la familia toda.

Si bien sabemos que es lógico analizar el diálogo unido al tema de las peleas, hemos querido separar un poco, en virtud de un tratamiento más profundo, los temas relacionados con la comunicación y diálogo (en positivo), de los que atañen a los problemas de la comunicación, los conflictos y las crisis. Para ello les recomendamos seguir el tratamiento de éste último tema en un posterior cuadernillo.

Los textos que se adjuntan son extractos de bibliografía que recomendamos para leer en forma completa, ya que resulta muy enriquecedora para el crecimiento personal y como matrimonio.

Queremos advertir que estos temas pueden llegar a traer a la reunión algunos aspectos conflictivos de una pareja, por lo que sugerimos anunciar y preparar a los miembros el tratamiento del mismo, inclusive darles los textos y preguntas con anterioridad, si se cree conveniente.

Igualmente la prudencia y el tacto deben ser los pilares de la reunión, sin por ello dotarla de una formalidad innecesaria y fría.

Objetivos

„ Comprender la importancia del diálogo en la pareja.

„ Aprender a valorar la opinión del otro y aceptar con caridad y humildad las correcciones.

Líneas temáticas

„ Importancia del diálogo sincero en la pareja

„ ¿Sabemos escuchar?

„ Hablar de lo que me pasa: sentimientos, proyectos, preocupaciones.

„ Procurar tiempo para el diálogo.

„ La importancia de la expresión del afecto.

Valores y actitudes

„ Destacar lo positivo del otro vs. el reproche y el regaño constante.

„ Humildad, sinceridad, apertura

„ Caridad para entender al otro, Empatía (ponerse en el lugar del otro), confianza en la pareja.

Bibliografía

Sagrada Biblia

CEA: Directorio de Pastoral Familiar

Cuauhtémoc Sánchez, Carlos: La última oportunidad, Ed. Selectas Diamante.

Rojas, Enrique: El Amor Inteligente, Ed. Planeta

Recursos

Metodología

  1. Motivación : (15/20 minutos)

Se recomienda la lectura individual o por grupos de los testimonios que se adjuntan al final como anexo. (Texto Nº1)

  1. Puesta en común de reflexiones del grupo. Debate (15/20 minutos)

Puede ser libre o pautado por el coordinador a través de las siguientes preguntas motivadoras sugeridas.

¿ Qué aspectos favorecen y cuáles obstaculizan el diálogo de las parejas en nuestra sociedad hoy ?

¿Es común un diálogo verdadero y profundo en nuestros hogares ?

¿ Cuáles son las principales consecuencias de la falta de diálogo sincero entre los esposos y cómo repercute en las familias y en la sociedad ?

  1. Iluminación (10 – 15 min.)

Para el tratamiento de este punto sugerimos el Texto Nº 2 que consisten en extractos de un artículo de A. Altamira y del libro El Amor Inteligente de Enrique Rojas, además de un riquísimo texto de una carta del apóstol San Pablo (Col. 3,12-17).

Dado que no son textos muy extensos, creemos que se pueden leer en la reunión e irlos comentando entre todos, salvo que se estime conveniente que alguien haga un resumen. Sí, creemos importante que en cualquier caso cada pareja tenga una copia, inclusive para reelerla de vez en cuando en casa.

  1. Trabajo por Pareja: Ahora conviene reflexionar con el cónyuge sobre los siguientes aspectos: (Tiempo estimado 30 –40 min.)
  2. a) ¿Cómo anda nuestro diálogo? ¿Hemos puesto todo de nuestra parte para entender al otro?

 

  1. b) ¿Cuándo hemos discutido, en qué errores más comunes hemos caído?
  2. c) ¿Qué propósitos de mejora nos comprometemos a cumplir?
  3. Plenario (10 min)

Para el Plenario sugerimos que cada pareja aporte una idea para mejorar el diálogo conyugal

y/o familiar. Respecto de esto último tengamos cuidado de no salirnos del tema; la comunicación familiar es otro tema, si bien relacionado, pero diferente.

  1. Evaluación de la reunión (5 min)

Les pedimos a cada uno que con una palabra evalúen la reunión de hoy ¿Quieren agregar alguna sugerencia?

Oración

¡Ven Espíritu Santo!

Ven a nuestros corazones!

Enséñanos a silenciarnos

para ser capaces de escuchar a Dios

y escucharnos entre nosotros.

Enséñanos a recibirnos

desde lo más profundo de nuestro ser.

Que nuestra familia

pueda ser una pequeña comunidad

donde todos tengamos la experiencia

de ser amados incondicionalmente

Como somos y como Tú,

Trinidad Santa, nos amas.

Con tu ayuda María.

Por Vos, Señor Jesús,

Y en vos Espíritu Santo,

queremos decirte Padre Bueno:

Que se haga en cada uno de nosotros,

En nuestras familias y en todas las

familias,

Tu Santa Voluntad, ahora y siempre.

EL DIÁLOGO EN LA PAREJA

TEXTO Nº 1

Niveles de profundidad en el diálogo – Testimonios

En una reunión de amigos salió el tema del diálogo de la pareja y se escucharon los siguientes testimonios:

Marina y Juan comentaron que ellos conversaban diariamente sobre las actividades del día, tanto al principio del mismo, para coordinar horarios, como al final tipo reporte. A veces, muy contadas, les daba el tiempo para evaluar dichas actividades.

Ana y Esteban agregaron que ellos, además, comentaban las cosas de los chicos y las noticias del día y hasta intercambiaban su opinión respecto de ellas. Pero como a veces terminaban discutiendo por estas cosas, mejor les resultaba no reflexionar mucho más.

A Bety y Carlos les gusta quedarse por las noches charlando hasta tarde, cuando los chicos están dormidos y luego de contarse cómo les fue durante el día, comparten cómo se sintieron con cada cosa que les pasó. Aprendieron a hacerlo después de una dura crisis de falta de diálogo, en la que se comunicaban sólo para pelear.

Todos coincidieron en la necesidad de comunicarse para compartir lo que hacen, lo que piensan y lo que sienten, para así llegar al diálogo espiritual. Allí donde la comunicación toca lo más íntimo de nuestro ser y donde habita Dios. En ese punto es donde nuestro diálogo se hace oración.

Iluminación

TEXTO Nº 2

Palabra de Dios: Col. 3,12-17

Capacidad de comunicación:

(Alfredo Altamira – art. Familia: Nuevos paradigmas en el siglo XXI – Revista Criterio – Nº 2260

– IV 2001)

El hombre cada vez escucha más los aparatos que la técnica produce. Y cada vez menos al hombre mismo. Los miembros de una familia, bajo el rigor de las exigencias laborales, tienen menos tiempo para estar juntos y comunicarse. El cansancio obliga a buscar comodidad en casa, sin la atención o la tensión que el diálogo exige. La vida en familia requiere de una comunicación habitual y de buena calidad. Esto exige un diálogo personalizante entre los cónyuges y con los hijos. Cuando marido y mujer se encuentran al final de la jornada, es útil trasmitirse “ el informativo” del día. Dar información es necesario, pero no basta. La comunicación tiene que alcanzar niveles más profundos. Los dos necesitan sentirse seguros de lo que el otro: piensa, siente, proyecta.

Las tres palabras sintetizan lo que Kier Kegaard llamaba: el sentir profundo de la personalidad. Si la conversación expresa los tres aspectos, cada uno sentirá que el otro le da hospitalidad en su interior.

Los hombres en término medio son parcos, pasan telegramas. Las mujeres explicitan más lo que sienten. La mujer es el ser que no puede ignorar los estados afectivos ni los proyectos de los seres queridos.

La comunicación y el diálogo en la pareja: Del libro El amor inteligente – Enrique Rojas – Planeta

La comunicación en la pareja es el acto del diálogo, la comprensión y el amor. Se aprende, no es innato. Requiere una capacidad para fijarse, tomar nota e ir rectificando los modos y estilos de entenderse. Las parejas estables comparten signos de identidad propios, códigos privados, miradas de complicidad, gestos personales que tienen una lectura sui generis… Todo ello constituye una forma positiva y particular de contacto: en una palabra, una forma de comunicación en la que destacan tres áreas especialmente importantes: verbal, no verbal y sexual, que forman un continuum gracias al cual dos personas se conectan, hablan, callan, se escuchan, transmiten, se expanden, contagian, muestran afinidad y discrepan; o sea, expresan con sus gestos lo que piensan y sienten.

Conseguir un diálogo fluido entre ambos requiere buena salud mental, naturalidad y deseo de rectificar y aprender de la experiencia para ir consiguiendo que se acople la pareja. Hay una premisa sobre la que me gustaría hacer un breve inciso: la sinceridad absoluta y total con el otro es una utopía e, incluso, es negativa, ya que cada ser humano necesita tener su parcela privada, íntima, una especie de cajón con llave que nunca se abre. ¿Por qué? Desde mi punto de vista, por varias razones. Por una parte, los hechos familiares, personales y/o profesionales cuyo conocimiento no aporta nada al otro pueden representar una sacudida punzante. Por otra parte, hay que proteger al otro de todo aquello excesivamente anecdótico y efímero.

Es preciso añadir que, si bien algunos piensan que en los enfados, las tensiones o las discusiones graves es cuando sale la verdad de lo que uno lleva dentro, esto es un error, pues sucede precisamente al contrario: en tales circunstancias aflora lo más elemental y primario que hay en nosotros, una mezcla de pasión, poca racionalidad y medias verdaderas mal definidas. Es más, las expresiones fuertes, descalificadoras, duras y malintencionadas son más desahogo que comunicación auténtica. No buscan el encuentro, sino ganar la partida al otro tras una batalla campal en la que cada frase funciona como arma arrojadiza. En esos casos constituye un gran acierto callar, cuidando el lenguaje no verbal para que éste no traicione ese silencio maduro y sensato.

Pero recordemos: no hay que confundir ser sincero con ser demasiado directo, claro y contundente. Asimismo, en la vida conyugal hay que cuidar las formas de decir las cosas. Es entonces cuando interviene la discreción: saber hablar y silenciar, decir y sortear, dar el mensaje correcto, pero son psicología, con tacto en no herir.

La mejor base para el diálogo es el entendimiento en las grandes cuestiones que regentan la vida en común y, por supuesto, el empeño esforzado por mejorar y adecuarse a los engranajes de la convivencia.

 

Para lograr hay que considerar algunas ideas básicas:

  1. Tener la misma forma de concebir la relación. Es preciso respirar el mismo aire, aunque con las diferentes lógicas y bien entendidas que debe haber entre dos personas. Quiere esto decir que, a partir de los acuerdos implícitos, se desarrolla el diálogo y la discrepancia .
  2. Saber escuchar. Es algo primordial que cuenta con unos signos concretos: la mirada atenta, los pequeños gestos de la cabeza, la atención puesta en el discurso…
  3. No interrumpir al otro. También es éste un buen gesto, sobre todo cuando uno ha oído algo con lo que no está de acuerdo o lo percibe como una exageración o un dato fuera de contexto. En las parejas con problemas graves, esto se hace especialmente ostensible, hasta el punto de que llegan a hablar los dos al mismo tiempo. No sólo se quitan la palabra, sino que ésta se torna muro de contención frente al otro. En esos momentos puede ser útil hacer el ejercicio de templar la personalidad, dominarse, y entonces la propia argumentación ganará puntos.
  4. Tomar nota y aprender de lo que se oye. Puede ser conveniente – si al otro no le parece mal – tomar alguna nota sobre lo que está oyendo, para rebatir, comentar o rechazar alguna afirmación específica. Pero hay que huir de entender las cosas al pie de la letra, lo que puede traer serios problemas, dado que se hace necesario que el otro cuide siempre lo que dice; tanto que se produce un encorsetamiento contrario a la naturalidad del emisor.
  5. No utilizar expresiones irreconocibles y radicales. Es también un asunto importante el evitar frases del tipo: “Que sea la última vez que te oigo decir…”, “Nada de lo que digo te parece bien”, “Tú siempre tienes que llevar razón en todo”, “No vuelvas a llamarme…”, “Contigo es imposible hablar”. Con tales generalizaciones – es decir, el extraer de un hecho concreto una premisa válida para siempre – el mundo se convierte en una dicotomía: blanco o negro, bueno o malo, amor u odio… Se trata un lenguaje maniqueo en el que están ausentes los matices por una apasionamiento desbordante y sin rumbo.
  6. Saber hacer preguntas al hilo de la conversación, cuidando el tono de voz y los gestos. Pueden ser aclaratorios los añadidos que hacen comprender mejor aquello de lo que se trata. Por eso, el tacto, la diplomacia, la mano izquierda y la finura en el trato son imprescindibles para que el clima que se respire sea el correcto.

Las dos fórmulas más habituales de la comunicación verbal son el diálogo y la discusión. El primero consiste en una conversación en la que cada uno expone sus ideas, estableciéndose una buena concordia entre el hablar y el escuchar. Charlar de algo de forma tranquila, disfrutando y saboreando los mensajes que se transmiten en una especie de ósmosis recíproca, es uno de los mejores indicadores de que una pareja funciona bien. El sentido del humor, uno de los mejores ingredientes que puede tejer esa conversación, consigue desdramatizar y ver siempre el ángulo divertido e irónico de tantas cosas como tiene la realidad humana.

Una discusión apasionada no suele conducir nunca a la verdad; al contrario, cada uno se atrinchera más en su posición. En el debate, sin embargo, el fruto es más positivo y se pretende un enriquecimiento personal que aumenta el conocimiento del tema en cuestión.

La frase “no es eso lo que yo quería decir” suele ser frecuente en las discusiones conyugales, cuando todavía es posible recuperar la cordura y cierto acercamiento entre las partes. ¿Qué significa esta expresión, qué hay detrás de ella? La mayoría de las tensiones verbales son debidas a malos entendidos o interpretaciones erróneas de lo que se ha dicho, pues el ambiente está cargado de pasión y todo se valora de forma excesiva, tendiendo a interpretar lo escuchado en su aspecto más incisivo o doloroso para la otra persona.

El arte de centrarse en un tema concreto

Centrarse en el tema de conversación es un principio fundamental cuando existe alguna dificultad o diferencia de opinión. Hay que delimitar el asunto, evitando los dos privilegios que existen si no se anda con cuidado: traer hechos o cosas del pasado o sacar la lista de agravios.

Los matrimonios con buena comunicación saben ajustarse a lo sucedido y procuran cada uno explicar los hechos.

Una buena solución, quizás, sea el humor. La persona generosa acepta ser ella misma el blanco de una broma, que relaja y distiende. Por eso es bueno ser práctico, evitar fuegos de artificio que no conducen más que a desahogos inútiles y que no aportan nada a la vida en común. Por lo general, el más maduro de la pareja es el que guarda mejor la compostura, no pierde la calma y está atento al cualquier mínimo resquicio para el acuerdo.

Hacerse entender y captar correctamente lo recibido

La comunicación verbal es positiva o funciona cuando el emisor y el receptor aprecian el mismo contenido, para lo cual hay que ser claro en lo que se dice, plantea, cuestiona o pregunta. No hay que utilizar frases difusas, etéreas o confusas, muy frecuentes en aquellas parejas que exploran al otro, que pretenden que éste adivine lo que le está pidiendo o la sugerencia que le está haciendo en ese momento. Por ejemplo, “¿Te apetece que vayamos al cine esta noche?” es una pregunta concreta, lo mismo que la respuesta: “Estoy cansado y quiero cenar pronto para acostarme.” Sin embargo, la pregunta “¿Has llamado para que arreglen el grifo que gotea desde hace dos días?”

Puede despertar la suspicacia y hacer pensar que, al llevar dos días así, ya debería uno haberse ocupado en arreglarlo.

En definitiva, no hay que someter al otro a un ejercicio constante para descifrar lo que se ha querido decir, sino decirlo directamente, pedirlo, sugerirlo, insinuarlo.

LOS PROBLEMAS DE COMUNICACIÓN

Asomaba a sus ojos una lágrima

y a mi lado una frase de perdón:

habló el orgullo y enjugó su llanto

y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro;

pero al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún: “¿Por qué callé aquel día?”

y ella dirá: “¿Por qué no lloré yo?”

Gustavo Adolfo Bécqer

Introducción

Sabemos que son muchos los factores que pueden interferir en la buena comunicación entre dos personas, aun entre las que se aman verdaderamente. Estos pueden variar desde los que tienen que ver con cada una de las personas que integran el matrimonio, esto es personalidad, carácter, crianza, experiencias; o bien con condiciones de vida, aspectos sociales y culturales, etc.

Por eso es entendible que no se pretenda abarcar tan diversos aspectos en una reunión o reflexión, sino más bien esperamos poder ayudar a las parejas del grupo a mirar con mayor detenimiento su relación y analizar cuáles son los problemas más sobresalientes y algunas formas de intentar una solución. Con esto queremos advertir que no sería bueno que el grupo se convierta en una terapia de grupo, por cuanto ésta no es la finalidad y tales prácticas deben ser orientadas por especialistas.

Otro riesgo que ya advertimos en el anterior cuadernillo, es que estos temas podrían hacer surgir en la reunión algunos problemas de alguna pareja, por lo que sugerimos anunciar a los miembros el tratamiento del mismo, inclusive darles los textos y preguntas con anterioridad, si se cree conveniente. Otro consejo para los coordinadores es que se centren en los casos que se brindan para analizar, despersonalizando así el conflicto y dejando la reflexión íntima entre los cónyuges para que sea realizado en casa. Igualmente recordemos que la prudencia y el tacto deben primar por sobre todo en el grupo y que no debemos dudar en invocar al Espíritu Santo para que obre tanto en la reflexión grupal, como en cada corazón.

Objetivos

„ Reflexionar sobre las causas y consecuencias de los problemas de comunicación del matrimonio.

„ Aprender a discutir con madurez y en el marco del amor conyugal.

Líneas temáticas

„ Reglas para la Discusión

„ Principales obstáculos para la comunicación.

„ Crecer en el diálogo.

Valores y actitudes

„ Destacar lo positivo del otro vs. el reproche y el regaño constante.

„ Saber escuchar, saber callar.

„ Saber dar y pedir perdón.

Bibliografía

„ Sagrada Biblia

„ Cuauhtémoc Sánchez: La última oportunidad, Ed. Selectas Diamante.

Rojas, Enrique: El Amor Inteligente, Ed. Planeta.

Metodología

Motivación : (15/20 minutos)

 

Les adjuntamos un relato, adaptado del libro La última oportunidad de Carlos Cuauhtémoc

Sánchez, el cual se adjunta en el Anexo como Texto Nº 1. Si se desea y el grupo lo acepta se podría dramatizar o bien hacer un teatro de sombras donde se proyecten las figuras de un hombre y una mujer discutiendo.

También se puede motivar a través de la proyección de un video:, recomendamos algunos pasajes de la película La guerra de los Roses, donde se muestran diálogos de la pareja mordaces y destructivos.

  1. Puesta en común de reflexiones del grupo. Debate (15/20 minutos)

Puede ser libre o pautado por el coordinador a través de las siguientes preguntas motivadoras sugeridas.

¿Hay una víctima y un culpable en esta relación?

¿Cómo son los modelos de discusión que se presentan en novelas argentinas más leídas?

¿Creen que son representativos de la familia común?

 

  1. Iluminación (10 – 15 min.)

Sugerimos la meditación de la Palabra de Dios que a través del apóstol San Pablo nos ayuda a reflexionar sobre los riesgos y posibilidades de la comunicación humana (Ef. 4,25-32). También se adjuntan dos extractos de libros que nos ayudan a entender por qué se producen las peleas y cómo se pueden, si no evitar, al menos encauzar para no dañar la relación conyugal. Creemos que son puntos muy prácticos y necesarios, que ninguna pareja, joven o madura, con o sin problemas, debe dejar de reflexionar.

Texto Nº 2 Peleas Constructivas de Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

Texto Nº 3 Ideas básicas para una pareja en crisis de Enrique Rojas

  1. Reflexión: Preguntas para la pareja – Propósitos de la pareja (30 –40 min.)

¿Cuando nos peleamos, cuáles son las reglas que respetamos y cuáles transgredimos?

Elijamos aquella regla que nos parezca más importante, o en la que estemos más débiles y

hagamos el propósito de aplicarla en nuestras discusiones.

  1. Pequeño plenario (10 min.)

Para el Plenario sugerimos las siguientes preguntas y aclaraciones:

“Si bien este momento no es para que se compartan cosas íntimas dialogadas entre Uds., ni tampoco para confesiones, les pedimos que participen contestando entre todos estas preguntas:

Levanten la mano aquellas parejas que hayan cumplido con todas las “reglas de la pelea” y hayan tenido sólo diálogos maduros, desde el momento en que se conocieron hasta ahora. (si alguien levanta la mano, abuchearlo y decirle “mentiroooossssoooosss”)

Ahora en serio ¿qué les ha dejado la experiencia vivida?

  1. Evaluación de la reunión (5 min.)

Les pedimos a cada uno que califique de 1 a 10 la reunión de hoy.

 

Oración

Hijo de Dios, que viniste a nosotros en el calor de una familia, concede a todas las familias crecer en el amor, el diálogo y colaborar en el bien de la humanidad entera mediante el compromiso de la unidad fiel y fecunda, mediante el respeto al otro, a la vida y la búsqueda de la solidaridad fraterna con todos.

Enséñales a renunciar por esto al egoísmo, a la mentira y a la búsqueda incontrolada del propio provecho. Ayúdalas a desarrollar los inmensos recursos del corazón y de la inteligencia que crecen cuando Tú eres quien las inspiras.

Amén

(del Libro Oraciones para la Esperanza de S.S. Juan Pablo I I – basada en una Oración de

Navidad de 1994)

 

LOS PROBLEMAS DE COMUNICACIÓN

TEXTO Nº 1

Extracto del libro La última oportunidad – Carlos Cuauhtémoc Sánchez , Ediciones

Selectas Diamante –Feb. 1996

 

El siguiente es el diálogo o mejor dicho la discusión entre una pareja de esposos (David y Shaden) con un hijo (Daniel) con problemas de salud. Ellos habían sido felices en un tiempo y habían fundado su amor en la fe en Dios y la amistad entre ellos, pero poco a poco su relación se fue deteriorando. Este hombre relata así su historia:

 

– (ELLA) ¿Qué es lo que te ocurre? ¿ Estás enojado conmigo? ¿Te hice algo? ¡Dímelo! ¡Ya me cansé de tu silencio!

– (EL)Déjame en paz – grité-. Estoy afligido por lo que acaba de suceder. ¿ No te das cuenta?

– ¿ Y tú crees que yo estoy feliz? ¿Por qué no podemos compartir nuestras ideas ni siquiera en momentos como éste?

– Van a dar las tres de la mañana. Yo tengo que levantarme a las seis. No es momento para compartir nada.

– Siempre debes levantarte temprano… Ahora trabajas más y lo curioso es que tenemos menos dinero. ¿A qué se debe? ¿Por qué ya no vienes a comer? ¿Por qué llegas cada vez más tarde a casa?

– ¡Ya basta…! –le grité con fuerza- ¡Déjame en paz!

– No, no basta. Por favor, David. Explícame qué rayos está pasando. ¿Acaso hay otra mujer?

– Bueno sería…

Shaden se quedó quieta frente a mí tratando de recuperar el aplomo. Un abismo infranqueable nos separaba.

Recordé haber leído que cuando le preguntaron a 400 psiquiatras por qué realmente fracasan

los matrimonios, 45 por ciento contestaron que uno de los factores principales era la incapacidad de los maridos para expresar sus sentimientos.

– Si tú y yo nos entendiéramos mejor, el más beneficiado sería nuestro hijo…

Su último recurso me aplastó. Yo era capaz de hacer cualquier cosa por mi niño… Siempre lo había dicho. Además esto no podía seguir: era un martirio vivir así.

Me senté al borde de la cama frotándome la cabeza. ¡Cómo necesitaba dar escape a tanta presión interna, expulsar las penas, vomitar las toxinas de mi conciencia! Ya no era posible llevar a cuestas la carga de preocupaciones, miedos y conflictos irresolutos. Esa máscara encrespada era un mecanismo de defensa para ocultar mi naturaleza vulnerable, pero en el mundo competitivo de los negocios y la política sólo se sobrevive siendo manipulador, desconfiado y frío, y resulta muy difícil desahogarse, se está tan acostumbrado a callar…

– Hace tiempo que dejaste de luchar por nuestro matrimonio –reclamó mi esposa al verme enmudecido-, y Daniel no se merece eso.

– Otra vez lo mismo… -contesté cayendo en la cuenta de que intentaba chantajearme-. ¿Quieres apartarte de mi vista? – Mira, David: yo también estoy cansado de ti… he hablado mucho con otras personas y todos están de acuerdo en que no puedo permitir que me sigas tratando de esa forma.

– ¿Todos están de acuerdo? ¡Vaya! Y seguramente tu madre es la primera… ¿Cuándo aprenderá

esa señora a no meterse en lo que no le importa?

– Pues, independientemente de lo que otros opinen, me estoy cansando, y debo decirte que si las cosas no cambian vas a perderlo todo…

– Me puse de pie sintiendo cómo la ira comenzaba a calentarme las manos.

– ¿Estás amenazándome?

– Tardó en contestar. Le costó trabajo cruzar ese puente y sincerarse, pero finalmente lo hizo.

– No es amenaza. Sólo quiero hacerte saber que ya no estoy dispuesta a vivir con alguien que me trata como si fuera basura… Así que he comenzado a pedir asesoría a unos abogados.

La miré con los ojos muy abiertos y dije:

– ¿De modo que planeas divorciarte?

– Si tú no cambias, sí.

– Pues vamos a poner manos a la obra. Ve con tus abogados mañana y me mandas los papeles del divorcio a la oficina. Yo me voy de una vez para siempre.

Caminé hasta el armario y comencé a arrojar mi ropa al suelo. En realidad no deseaba irme ni divorciarme, pero tampoco podía mostrarme doblegado ante su desafío. Comencé a hacer mi maleta en espera de que se retractara. Eso solía ocurrir: podíamos alegar durante horas sin llegar a ningún lado pero en el momento en el que yo usaba el recurso de esfumarme ella cambiaba de actitud, se ponía en medio, me pedía que no me fuera, y yo aprovechaba para lanzar blasfemias, gritos e insultos superlativos. Era una forma de recuperar mi autoridad. No era la mejor, pero cuando estaba con mi familia me sentía tan infeliz y devaluado que prefería echar mano de cualquier recurso para lograr respeto.

En la empresa, la gente me trataba con gran diferencia: los empleados me adulaban, las secretarias me brindaban un trato delicado, los proveedores me llevaban regalos y nadie podía entrar a mi oficina sin cita previa.

En mi hogar, en cambio, yo era “el viejo”, “el ogro”, “el orgulloso”, cuando llegaba, las risas se apagaban y las conversaciones entusiastas se desvanecían.

– Tú debiste ser hombre – dije metiendo la ropa sin cuidado en la valija-. Quieres llevar las riendas, pero a mí no me vas a manejar.

– Claro que me hubiera venido bien ser hombre para tener derecho a gritar, igual que tú.

– De todas formas lo haces. ¿ O es que no te has oído, bruja histérica? Te gusta mandar y disponer, pero lo absurdo es que también quieres que te mantengan.

– ¡Lárgate de esta casa!

– Claro que me voy. Ese siempre fue tu deseo, ¿verdad? ¿Por qué no lo dijiste antes?

– Porque te tenía miedo, pero ya no, ¿me oyes?

– Así que ése es tu plan. ¿Y desde cuándo? ¿Las feministas te lavaron el cerebro? ¿Te dijeron que debes estar en la onda de la liberación?. Mira que si salgo ahora por la puerta no me volverás a ver, te lo advierto…

– Ya no me amenaces que me das lástima. Vete. Te estás tardando.

Me volví de espaldas y seguí haciendo mi maleta.

– Quiero que cuando estés lejos recuerdes la enfermedad de tu hijo –remató. Ya viste cómo le afectó la idea de nuestra separación.

– ¿Ya le dijiste que estás viendo abogados?

– Sí, para prevenirlo.

Pateé el equipaje y comencé a dar vueltas por el cuarto. Recordé que, antes de la crisis, había gritado una y otra vez “no se vayan”, y después del ataque remarcó la frase “ los quiero a los dos… juntos”.

– ¡Maldición…! –mascullé-. ¿Sabes que haberle dicho eso pudo ser la gota que derramó el vaso en su sistema nervioso?. ¡Maldición, maldición! –repetí dando dos, tres, cuatro puñetazos con todas mis fuerzas en la pared, hasta que un intenso dolor en los nudillos me detuvo.

– Salí del cuarto. Mi esposa me siguió hasta la sala.

– Las cosas no se pueden ocultar. ¿Crees que Daniel es tarado? Él se da cuenta de todo.

Además no fue por eso que sufrió el ataque. Tiene más de un año que los síntomas desaparecieron y creímos que se había curado, así que hace dos semanas le suspendimos el medicamento, ¿ya no te acuerdas? Por eso pasó lo que pasó.

– ¿Le suspendimos…? ¿Dejaste de darle la etosuximida? –me le aproximé con los ojos muy abiertos y respirando agitadamente.

Mi esposa dio un paso atrás. Había detectado que el fantasma asesino se había apoderado de mí.

– Sí. Acuérdate que te lo comenté.

– Nunca me dijiste nada.

– Lo hice, pero tú sueles no escucharme. Cuando hablo, piensas en otras cosas y me contestas a todo que sí.

– La ira me cegó.

– Eres estúpida. ¡Angustiar al niño diciéndole que posiblemente sus padres se divorcien y suspenderle bruscamente la medicina…! No cabe duda que eres una real y verdadera estúpida.

– Y tú… un cobarde, puerco. Como marido dejas mucho que desear.

– ¡Cállate, infeliz!

– ¡Nunca has madurado! ¡Te crees muy listo, pero la verdad es que eres un cobarde que se escuda en el trabajo para no cumplir como marido…

Tuve deseos de echarme sobre ella y matarla, pero la ira me paralizó.(…)

Iluminación:

Palabra de Dios: Ef. 4, 24-32

TEXTO Nº 2

PELEAS CONSTRUCTIVAS:

Extracto del libro La última oportunidad – Carlos Cuauhtémoc Sánchez , Ediciones

Selectas Diamante –Feb. 1996

(Al día siguiente de la pelea descripta más arriba se produjo éste diálogo entre el Sr. David

Arias, y su jefe, el Sr. Vallés, quien le da algunos consejos…)

– ¿Le ocurre algo malo? – preguntó Vallés

– No. Sólo que creo que ha habido muchas situaciones en mi vida que me han impedido lograr lo que deseo. Yo he dedicado el tiempo, pero las cosas simplemente no se han podido dar.

– ¡Caray! – profirió con evidente enfado levantando la voz – le voy a suplicar que grabe en su memoria esta frase: “EN LA VIDA SÓLO EXISTEN DOS COSAS: PRETEXTOS Y

RESULTADOS. Y LOS PRETEXTOS NO VALEN”.

¿Usted dice que a pesar de haber dedicado tiempo los logros se le han escapado? No se haga el tonto, David. Estas son justificaciones mediocres. Por ejemplo, los empleados que dicen trabajar cuatro horas pero realmente lo hacen sólo dos, y las otras dos fingen, irán logrando cada vez mejores artimañas para estafar el reloj, para salir corriendo a la primera campanada: no asciende ni gana bien, pero se excusa echando pestes de sus jefes y de su empresa. Esto ocurre en todos los niveles, señor Arias: si un marido regresa a casa en la noche y se aplasta en el sillón dedicando cuarenta minutos diarios a jugar con el control remoto del televisor en lugar de ocuparlos en platicar con su esposa y ayudarla a recoger la cocina, cuando alguien le pregunte para qué sirve tal o cual botón del control remoto él tendrá resultados, pero cuando se le pregunte cómo van las relaciones con su pareja, tendrá excusas.

Después de una serie de intercambio muy ricos el señor Vallés instruyó a su empleada para que le brindara a David una libreta con un capítulo titulado “PELEAS CONSTRUCTIVAS”.

PELEAS CONSTRUCTIVAS:

Una vida de armonía inmarcesible no es natural. Lo normal de los seres humanos que comparten intereses mutuos es que discutan de vez en cuando. Es mentira que en la sociedad sana siempre debe haber fraternidad y paz. La realidad es otra: ¡en la sociedad sana debe haber reglas para pelear! En el matrimonio sucede lo mismo. Para tener una verdadera integración conyugal no se puede ser idealista. Las relaciones perfectas, sin controversias ni disputas, sólo existen en los cuentos de hadas. ¡En toda familia lúcida los miembros deben saber que no están exentos de problemas y deberán, por lo tanto, prepararse con ciertas reglas a seguir para cuando los desacuerdos surjan!

Cuando hay testigos de la disputa el ego crece, el orgullo se hincha, lo que se persigue no es la solución de un problema determinado sino demostrar ante los espectadores quién es más fuerte y dominante.

La regla número uno para pelear es:

SI EL PROBLEMA ES ENTRE TÚ Y YO, ARREGLAREMOS TÚ Y YO, Y NO DEBEMOS

HACER PARTÍCIPES A OTROS O DISCUTIR EN PRESENCIA DE OTROS.

Al saber que hay un fisgón escuchando detrás de la puerta o, inclusive, que alguien (tal vez bien intencionado) nos preguntará al día siguiente cómo terminó la riña, no podremos quitarnos la máscara del orgullo. Un testigo físico o mental nos motivará, sin darnos cuenta, a tratar de mantener cierta imagen y eso bloqueará la sencillez y la humildad indispensables para llegar a un acuerdo con quien realmente importa… Algunos psicólogos aseguran que los tres principales factores que causan la desintegración conyugal son: alcohol, la infidelidad y la intervención de los familiares políticos.

Segunda regla para pelear:

EL CARIÑO Y LA LEALTAD SON CONCEPTOS NO NEGOCIABLES, POR LO TANTO NO

SON ADMISIBLES LAS AMENAZAS TERMINALES.

En toda relación humana que se pretende duradera debe haber ALGO intocable, ALGO que no puede por ningún motivo entrar a la mesa de discusión: El cariño. La pareja podrá negociar cualquier cosa, pelear encarnizadamente por resolver las diferencias, pero siempre protegiendo bajo una campana de acero blindado el concepto de su amor; éste no se perjudicará con los resultados. Amenazas como “si no cambias me largo” o “lo que dijiste acaba de matar mi cariño por ti”, ocasionan que la discusión baladí se torne peligrosamente terminal.

Tercera regla:

NUNCA LLEGAR A ACTITUDES EXTREMAS. SI LA PERSONA PIERDE EL CONTROL,

DEBERÁ ALEJARSE, PERO NUNCA REALIZAR ESCENAS QUE LA HAGAN POCO

CONFIABLE PARA SIEMPRE.

Cuando a Einstein le preguntaron si existía algún arma para combatir la mortífera bomba atómica, él contestó que sí, que había una muy poderosa e infalible: la paz. Todos los seres humanos poseemos un arsenal de alto calibre que por ningún motivo debe usarse con nuestros seres queridos. Esas armas son: gritar, golpear, insultar, romper cosas, maldecir, injuriar a los familiares del otro, azotar puertas, empujar, arrojar objetos, irse de la casa, emborracharse, cometer adulterio, etcétera.

Estos recursos hieren y hacen perder la visión de lo que se discute. Las partes se concentran en devolver sus lanzas con el único fin de lastimar al contrincante. Las actitudes extremas son como un veneno que daña la relación para siempre, pues aunque después de la lid las personas se reconcilien, el familiar o amigo agredido con ese armamento pesado ya no podrá verlo, aunque quiera, con los mismos ojos de antes. Siempre existirá en él el temor de un desacuerdo futuro y la sospecha de que su compañero reaccione de la misma forma.

Cuarta regla: SE DEBE DISCUTIR UNA SOLA COSA A LA VEZ.

Al enfadarse se pondrá sobre la mesa de combate solamente el asunto que haya causado la emoción negativa. Cuando no se sabe pelear es muy común comenzar reclamando un tema “A” y terminar disputando uno “Z” totalmente diferente, después de haber pasado por veintisiete inicios, todos ellos sin relación, unos hirientes, otros incoherentes, otros extremadamente añejos, pero todos esgrimidos para lesionar al contrincante con mil pamemas y hacerlo sentir culpable de cuanto malo pasa entre ellos. Una discusión así no tiene pies ni cabeza; el asunto inicial se complica y se deforma al grado que la pareja se siente furiosa y el pleito no tiene solución.

Al departir no deben traerse a colación asuntos que ya pasaron, que ya se discutieron y que no tiene ningún caso revivir. Hacer eso es como meter el dedo en las heridas viejas. Para no caer en este error común, se plantea la quinta y la última regla:

NO ES BUENO QUEDARSE CON CUENTAS PENDIENTES; SI ALGO NO ES LO

SUFICIENTEMENTE GRAVE PARA DISCUTIRSE EN EL MOMENTO, DEBERÁ TOLERARSE

PARA SIEMPRE…

Hay mucha sabiduría en la actitud de algunos padres que no hacen pleitos terribles porque su hijo se peine o se vista un poco raro; o en la de esposas no fumadoras que permiten fumar a sus esposos; o en la del varón que deja trabajar a su consorte aunque prefiriese que se dedicara de lleno al hogar; o en la de las esposas que permiten a sus maridos invitar eventualmente amigos a cenar. Es sabiduría porque disciernen que obligar a cambiar a sus seres queridos en esas actitudes, necesarias de alguna forma para ellos, ameritaría un altísimo grado de coerción. Por supuesto, no se trata de ser manso o subyugado. Si el asunto es grave, se debe hablar claro, pero si no lo es, basta con decirle al compañero lo que nos molesta y dejar bien establecido que por el amor que le tenemos estamos dispuestos a tolerarlo. Esa es la mejor estrategia para que un familiar cambie, la que se basa en la premisa de que aunque no cambie lo seguiremos amando. Al percibir eso él, a su vez, tarde o temprano también deseará darnos gusto.

Las actitudes de nuestros seres queridos deben colocarse en una balanza, poniendo de un lado cosas buenas y de otro las malas. Si las buenas ganan en peso por un alto margen, podremos perfectamente tolerar las malas.

Texto Nº 3

Extracto del libro El amor inteligente – Enrique Rojas – Planeta

IDEAS BÁSICAS PARA UNA PAREJA EN CRISIS

Las ideas básicas son:

Controlar la lista de agravios.

Evitar discusiones innecesarias.

Manejar los lenguajes cognitivos críticos hacia el cónyuge.

Controlar la lista de agravios. Es fundamental no sacar a la luz la colección de cosas negativas del pasado, de distinta intensidad, que no se han superado y que, en momentos difíciles, reclaman su aparición.

Hay que mantener a raya la lista de ofensas, borrarla poco a poco, acabar con los desaires, los daños, las faltas, los olvidos y las interpretaciones deformadas. Y en ese vacío que se crea intentar que hagan su nido sentimientos constructivos.

Varios argumentos favorecen el deseo de controlar la lista de agravios:

  1. a) Su recuerdo intermitente es demoledor, arrasa con los mejores propósitos. Tiene un efecto destructivo que barre el pasado, lo trae al presente y hace difícil proyectarse pacíficamente en el futuro.
  2. b) Su recurrencia. El hecho de enumerarla de forma minuciosa con cierta frecuencia es una de las tareas más neurotizantes que puede haber. Es trabajar contra uno mismo, dañar el propio edificio, negarse a tener visión de futuro.
  3. Evitar discusiones innecesarias. En esta vertiente tropiezan fácilmente aquellos que no se entienden bien. Es uno de los fallos más comunes, uno de los errores más frecuentes en las habilidades de comunicación. En muchas ocasiones constituye una conducta negativa que se dispara ante ciertos estímulos del otro que, deformados en el proceso de codificación íntima, producen una respuesta desproporcionada, inadecuada o sin base real.

El amor es proyecto compartido, lo que implica capacidad para soslayar y superar momentos negativos. Unas veces el cansancio, otras las dificultades reales como para compenetrarse y siempre los malos entendidos son los principales gestores de las discusiones. Si no se orientan bien desde el principio, pueden llevar a auténticas batallas campales, verdadero mar de insultos, injurias y vejaciones, aderezadas de ironía y desprecio. El doble objetivo está claro: desahogo y ataque. Liberarse, aunque sea contraproducente, y menoscabar la autoestima del otro. El “ventilador del resentimiento” hace lo demás.

  1. Manejar los lenguajes cognitivos críticos hacia el cónyuge. Los lenguajes subliminales críticos, ya mencionados, son monólogos, diálogos interiores, por donde discurren los reproches hacia el otro, los recuerdos dolorosos y los hechos ofensivos. Lo único que logran es albergar sentimientos nefastos, caldo de cultivo de la agresividad. 2

Hay que saber corregir esto; de lo contrario, la vida conyugal es pasto de las llamas. ¿Qué es lo mejor en tales casos? Hablar enseguida con la otra persona, mostrando la mejor disposición y pidiendo disculpas, si uno piensa mínimamente que algo de culpa ha tendido.

En este caso es fatal esperar. La actitud inteligente es salir de uno mismo e ir al encuentro del otro, abrirle los brazos e intercalar una broma o algo divertido que rompa el hielo del momento.

 

FOMENTAR LO POSITIVO

Fomentar o potenciar lo positivo es otra de las caras del problema, no sólo hay que esquivar algunas conductas concretas, sino impulsar otras constructivas, quiero referirme a tres: poner buena cara (una faceta más del lenguaje no verbal), utilizar palabras amables y, por último, compartir más cosas juntos, pero acompañados de amigos o personas de mucha confianza.

  1. Poner buena cara: La cara es el espejo del alma; en ella se reflejan los paisajes del alma, es decir, lo que hay dentro y lo que está sucediendo en nuestra intimidad. El cuerpo en su totalidad tiene su propio mensaje expresivo: desde la forma de andar a los gestos. Pero la cara y las manos son las partes protagonistas. La primera tiene luz propia: ojos, la mirada, los guiños, los gestos faciales, la boca, la sonrisa, la voz y su tono… La cara es como un semáforo de señales que manifiestan el estado de la afectividad; es el mejor transmisor de emociones que existe. La felicidad no depende de la realidad, sino de la visión de la realidad que tengamos.
  2. Utilizar palabras amables: Se trata de suavizar el lenguaje, evitando frases duras y cortantes, expresiones hirientes o irreconciliables, que complican cualquier diálogo, como por ejemplo: “Nunca más, jamás vuelvas…”, “No tolero que…”, “Contigo es imposible Traducido en nuestro lenguaje común sería: “darse manija”. hablar…” Habría que intentar cambiar los epítetos por otros, intercalar una disculpa, una palabra que facilite el acercamiento, escuchar al otro y dejar que termine…
  3. Compartir más cosas juntos. Si la situación está muy deteriorada y las tensiones son muy intensas, lo mejor es apoyarse en amigos de confianza, en los que uno se ampara buscando protección y respaldo